Manuel Pérez Díaz

 

   Don Manuel Pérez González, padre de Manuel Pérez Díaz, era oriundo de Torre del Mar, y de profesión maestro de azúcar6. Su esposa, doña Concepción Díaz Tercedor era motrileña y prima hermana del catedrático de matemáticas don Juan Antonio Díaz Tercedor. Este matrimonio tuvo dos hijos más: Francisco y Concepción.

     Desde muy temprana edad, Manuel Pérez Díaz mostraba un interés inusitado por cualquier manifestación musical, ya fueran los pasacalles que interpretaba la banda municipal o la bandurria que un pariente cercano a la familia acostumbraba a tocar. Fue este pariente el que, tras observar el inusitado interés del niño por la música y su buen oído, decidió enseñarle a tocar la bandurria. Los rápidos progresos del niño no pasaron desapercibidos para un fraile agustino con algunos conocimientos musicales que se comprometió a iniciarlo en los rudimentos del solfeo.

El origen del interés del joven Manuel Pérez Díaz por el violín es algo incierto. Puede ser que el mencionado fraile poseyera conocimientos violinísticos, y le incitara a estudiar este instrumento. También es posible que Manuel hubiese observado a alguno de los violinistas de las pequeñas orquestas que acompañaban a las compañías ambulantes de zarzuela (las representaciones de aficionados locales se hacían generalmente con acompañamiento de piano), y se hubiera decantado por este instrumento. El caso es que, incapaces de encontrar un violín para comenzar sus estudios, se vieron obligados a fabricar un violín "casero", que seria el primer instrumento de Manuel Pérez Díaz hasta que su padre uno de los muchos viajes que su profesión exigía, adquirió un violín auténtico.

      Desde muy joven, Pérez Díaz desarrolló una auténtica pasión por el estudio del instrumento. Tanto es así, que cuando acompañaba a su padre para ayudarle en las tareas del azúcar, desaparecía a menudo para estudiar a escondidas. Su padre, que no entendía muy bien la exacerbada pasión de su hijo por el violín, le recriminaba a menudo, temiendo que su hijo pudiera dedicarse en un futuro a la "insegura" profesión de músico.

    Los imparables progresos de Manuel convencieron a sus padres para que se trasladara a Granada a continuar sus estudios. No existen apenas noticias sobre su periodo de aprendizaje en Granada. Tan sólo referencias acerca de su lugar de residencia, calle Gracia 16, y a algunos conciertos que interpretó en el Salón Victoria y en el Hotel Alhambra Palace. Sin embargo, el hecho sin duda más importante de su estancia en Granada fue la toma de contacto con el gran músico gaditano Manuel de Falla. Su amistad y guía serían trascendentes para la futura carrera de Manuel Pérez Díaz.

    Cuando Manuel de Falla se trasladó a Granada en 1919 "para trabajar en paz” contaba con 43 años y venía acompañado de un gran prestigio nacional e internacional. Ya había compuesto algunas de sus obras más representativas como El Sombrero de Tres Picos, o las Noches en los Jardines de España, y sería en Granada donde compondría la más purista e interesante parte de su obra: El Retablo de Maese Pedro, el Concierto para Clave, Psyché, y gran parte de La Atlántida. La segunda y definitiva residencia de Falla, el Carmen de la Antequeruela, se convirtió desde el principio en lugar de peregrinación obligado de intelectuales y artistas granadinos como Federico García Lorca, Manuel Ángeles Ortiz, Hermenegildo Lanz, Ángel Barrios, etc. Es muy probable que el primer encuentro entre Manuel de Falla y Manuel Pérez se produjera al poco tiempo de la llegada del músico gaditano a Granada, dado lo e intenso del ámbito musical granadino. Incluso puede que Falla asistiera a alguno de los recitales de Manuel Pérez Díaz en el Hotel Alhambra Palace, tan cercano a su entrañable carmen.

      El violinista motrileño debió causar una grata impresión en el maestro Falla, ya que éste lo recomendó nada menos que al gran violinista y director de orquesta Enrique Fernández Arbós. La relación de Manuel de Falla con Fernández Arbós era estrecha: Los dos eran músicos españoles internacionalmente reconocidos, y Arbós había dirigido en Madrid el estreno de Noches en los Jardines de España, con José Cubiles al piano, en I9I6. Fernández Arbós había estudiado violín con los más prestigiosos violinistas de su tiempo: el español Jesús de Monasterio, el belga Henri Vieuxemps, y el alemán Joseph Joachim. Su escuela -y por tanto la escuela que habría de heredar Manuel Pérez Díaz como discípulo suyo- estaba fundada sobre los más sólidos pilares del violinismo mundial.

      Una vez aceptado como alumno por Fernández Arbós, Pérez Díaz consiguió una Beca del Centro Artístico y Literario de Granada que le permitió desplazarse a Madrid para continuar sus estudios con tan insigne profesor. Pero nuestro violinista no estaría solo en este viaje. Otro joven motrileño con talento, el escultor y dibujante Francisco Mejías, fue becado por la misma institución para perfeccionar su oficio en Madrid. Durante este periodo de estudios, Francisco Mejías modeló un hermoso busto de su amigo Manuel del que se conserva tan sólo una fotografía. Estos dos artistas motrileños mantendrán una larga amistad que se prolongara incluso durante el exilio de Pérez Díaz. De hecho, Francisco Mejías siempre reivindicó, desde y para Motril, la figura de su amigo y paisano. Al poco tiempo de estudiar en Madrid, Manuel Pérez Díaz entró a formar parte de la Orquesta Sinfónica de Madrid, fundada y dirigida por su maestro Enrique Fernández Arbós. En los años 20, la Orquesta Sinfónica de Madrid aglutinaba gran parte de la vida musical española (además de los conciertos regulares de temporada en Madrid, la orquesta salía a menudo de gira por toda la geografía española), a través de una interesante programación sinfónica que se componía no sólo del repertorio sinfónico habitual, sino también de obras del repertorio internacional no estrenadas en España (Stravinsky, Scriabin, etc.), y de numerosos estrenos de compositores españoles Al mismo tiempo que su actividad sinfónica, Manuel Pérez Díaz desarrolló una importante actividad camerística como violinista  del Trío de Madrid junto  al violonchelista Francisco Gasent, miembro de la Orquesta Filarmónica de Madrid", y al pianista Juan Bernal'". Con este pianista colaboraría también en numerosos recitales de violín y piano. El Trío de Madrid realizó una intensa actividad concertística que se extendió por todo el territorio español, llegando incluso a Francia y Portugal.

    Los violinistas Victoriano Martín y Enrique García ", mantienen aún vivo, en este año de I995, el recuerdo de Manuel Pérez Díaz. Según su testimonio, Manuel Pérez Díaz, que era conocido en el ambiente musical madrileño con el sobrenombre de "Motril", estaba casi plenamente dedicado a su labor como miembro del Trío de Madrid, espaciando cada vez más su actividad sinfónica con la Orquesta de Fernández Arbós.

    Manuel Pérez Díaz era consciente de su enorme talento como violinista, y no descartaba la posibilidad de dedicarse plenamente a una carrera de solista. Esta decisión suponía abandonar los principales medios de vida de los que dependía, la orquesta y el trío, y emprender un estricto periodo estudio de varios años -preferentemente en el extranjero- que le permitiera proveerse de una sólida técnica y del repertorio necesario. Tras barajar los pros y los contra, y guiado por su ansia de perfección de gran artista, Pérez Díaz abandonó su confortable vida madrileña para ir a estudiar al Conservatorio de Paris.

   París era la meca de los músicos españoles. Por allí desfilaron y habrían de desfilar nuestros más grandes compositores e intérpretes; entre ellos Granados, Falla, Turina Albéniz, Mompou, Viñes, etc. Manuel Pérez Díaz superó satisfactoriamente los exámenes de ingreso en el prestigioso Conservatorio parisino, e inició un intenso periodo de estudio con toda la rigurosidad y paciencia que le caracterizaban. Este fragmento de una crítica escrita por el compositor Gustabo Pittaluga con motivo de un recital de Pérez Díaz en Madrid en el año I935, describe vivamente la tenacidad de este violinista:

   "No tiene duda, que la voluntad cuenta en cualquier caso por mucho entre las cualidades previas de un intérprete. Traducida en disciplina de trabajo. En horas de diario ejercicio. El caso es menos frecuente, pero puede también adoptar el primordial papel motor. Manuel Pérez Díaz es un viviente ejemplo: nacido a la interpretación en su forma de conjunto, después de una práctica  profesional  en  la  orquesta en la pequeña agrupación, la decisión de abandonar esa actividad para rehacerse y cultivar la individualidad es una prueba bien evidente de la posesión de esa virtud. Pérez Díaz vuelve después de tres años de seria preparación para presentarse como solista.

Desconocemos con exactitud la fecha en que Pérez Díaz se trasladó a Paris; sin embargo, teniendo en cuenta el comentario de Pittaluga a cerca de su regreso "después de tres años de dura preparación", y la existencia de un programa de concierto en Paris que data del año 1931, suponemos que su llegada tuvo lugar en los años I929 O I930

    Los estudios de Pérez Díaz en París no se limitaron exclusivamente a la técnica violinística. Su innata curiosidad por todo lo relacionado con la interpretación, lo llevó a entablar contacto con la clavecinista Polaca Wanda Landowska (I879-I959), la cual ya gozaba de una enorme reputación mundial gracias a su importantísima labor en la revalorización de la música antigua y del clave como instrumento de concierto. La relación de Pérez Díaz con Landowska tiene su origen una vez más en Manuel de Falla, ya que ésta fue la dedicatoria y primera intérprete en I926 del Concierto para clave y cinco instrumentos. Landowska visitó varias veces Granada en los años 20, y es posible que Pérez Díaz llegara a conocerla entonces.

    La célebre clavecinista fundó en I925 la "Ecole de Musique Ancienne" en Saint Leula-Foret, municipio situado al norte de París. Allí acudían jóvenes músicos de todo el mundo a estudiar interpretación de música antigua. Manuel Pérez Díaz también fue alumno de esta escuela, donde profundizó en el correcto estilo interpretativo de numerosas partituras barrocas. Como fruto de sus estudios en la "École de Musique Ancienne", interpretó un interesante recital dedicado exclusivamente a obras del periodo barroco, junto a la clavecinista Lucille Wallace. Este concierto tuvo lugar el 7 de julio de I93I en el Reid Hall de la Universidad Americana de París. El programa incluía la Sonata en Mz' menor de J. B. Senaillé, la Sonata en Mz' Mayor de J. S. Bach, y otras piezas de Couperin y J. S. Bach para clave solo. La música barroca siempre tuvo una importante presencia en el repertorio de Pérez Díaz. De hecho, la primera parte de sus programas siempre incluía alguna obra de autor barroco como Bach, Tartini, Haendel, Corelli, etc.

   Con motivo de la consecución del primer premio del Conservatorio de Paris, la directiva del Centro Cultural Recreativo de Motril decidió organizar en agosto de 1932 un homenaje en honor del violinista motrileño laureado; para ello contaron con el apoyo de la Cámara de Comercio. El acto consistió en un banquete al que asistieron la flor y la nata de la sociedad motrileña, así como Manuel Pérez Díaz con su esposa de nacionalidad francesa, la actriz Germaine Eiger. Durante el acto se leyó una extensa glosa de Antonio Terrón donde rememoraba los recitales ofrecidos por Pérez Díaz diez años atrás en el Teatro Calderón de la Barca, acompañado por el pianista motrileño Francisco de Paula.

      El 15 de septiembre de 1932, como gesto de agradecimiento a sus conciudadanos por el homenaje recibido, Pérez Díaz ejecutó en el Coliseo Viñas el que seria su concierto de presentación en Motril tras su periodo de estudios en Paris. El programa dividido en tres partes, tal como era costumbre entonces, se componía de la Sonata en Re Mayor de Haendel, Las Variaciones sobre un tema de Corelli de Tartini-Kreisler, el Concierto en Re MayorK 218 de Mozart con las cadencias de Joachim, la Chacona de Bach, el Capricho 24 de Paganini, la Danza de la Vlda Breve de Falla-Kreisler, y el Zapateado de Sarasate. Nos preguntamos cómo acogería el público motrileño de I932, Un público desacostumbrado a este tipo de eventos culturales, este recital de un Pérez Díaz que desea mostrar a sus paisanos toda la amplitud de su arte a través de un extenso, y difícil programa digno de las más cultivadas audiencias. En esta  ocasión, como en otras muchas, Manuel Pérez Díaz contó con el concurso del pianista Juan Bernal.

  Los años que transcurrieron entre su regreso de París y el comienzo de la guerra civil española fueron bastante fructíferos. En 1932, el compositor sevillano Joaquín Turina le confía el estreno de su obra Variaciones Clásicas op. 72 para violín y piano. Turina notaba ya entonces de una importante reputación como compositor, habiendo sido designado el año anterior como catedrático de composición del Conservatorio Nacional de Música y Declamación de Madrid.

   Aunque desconocemos con exactitud la fecha de estreno de las Variaciones Clásicas op. 72, Sabemos que fueron compuestas en junio de 1932 y entregadas al editor (Unión Musical Española) en agosto del mismo año 1932 El concierto de estreno tuvo lugar probablemente en otoño de I932 en el Ateneo de Madrid. La obra, dedicada a la violinista Sevillana Lola Palatín de Higueras, consta de un tema, cuatro variaciones, y un movimiento final. El mismo Turina describe su obra en una conferencia pronunciada el 10 de junio de I936 en el Liceo Andaluz de Madrid, bajo el titulo de “El canto andaluz en el arte de la música"

 “En las Variaciones Clásicas, un tema, casi lamento, de expresión triste, toma diferentes aspectos, según el curso del desarrollo. La primera variación significa un balance lánguido y perezoso, que parece guajira en el sentimiento, aunque no lleva la combinación de compases propia de la canción cubana. En la segunda variación se oye, en lejanía, una copla de seguidillas. La tercera variación es un tango, rítmico y rígido, que prepara la cuarta, evocación melódica de sonoridad muy tenue que canta el violín con sordina. Terminan las variaciones con un final alegre y rápido, en ritmo de zapateado."

  Otro de los recitales de los que tenemos constancia, fue el celebrado en el Salón Nacional del Centro Artístico de Granada en diciembre de I934, con motivo de un homenaje al escritor Pedro Antonio de Alarcón'~. El acto comenzaba con un discurso introductorio del socio don Rafael Carrasco García. Acto seguido se daba paso al recital en el que se interpretaba la Sonata en Re Mayor de Haendel, una trascripción del Ave María de Schubert, las Danzas del Molinero y de la Molinera del Sombrero de Tres Picos de Manuel de Falla en trascripción para piano solo, la Nana y Canción de las Canciones Populares de Falla en arreglo de Kochanski, la Danza de la Vida Breve de Falla en trascripción de Kreisler, y la

Jota Navarra de Sarasate. El pianista en esta ocasión era Enrique Aroca, profesor del Conservatorio de Madrid, con el que Pérez Díaz colaboró a menudo. El evento finalizaba con una conferencia dictada por el ilustre escritor gaditano José María Pemán.

        Dos meses más tarde, el 16 de febrero de 1934, Pérez Díaz interpretó el que sería su segundo y Ultimo recital en Motril. Esta vez, el recital se celebró en el Teatro Calderón de la Barca. El programa, acompañado por el pianista Adolfo Montero, se componía en esta ocasión de piezas de carácter más ligero que las interpretadas en su primer concierto en Motril. Abría con el Boceto Andaluz del compositor onubense hoy tristemente olvidado, Pedro García Morales, el Andante y Rondo de la Sinfonia Española de E. Lalo, y La Húngara de J. C. Arriaga. La segunda parte contenía el Ave Maria de Schubert, la Serenata Española de C. Chaminade, El Vuelo del Moscardón de R. Korsakov, y la Romanza Andaluza y Aires Bohemios de P. Sarasate. El programa se cerraba con la Aragonesa de Granados, la Danza de la Vida Breve de Falla, y la Jota Navarra de Sarasate.

       Durante los años 1935 y I936 la actividad concertística de Pérez Díaz se incrementa considerablemente. Entre las muy favorables críticas que recibe se encuentra una del compositor y crítico Gustavo Pittaluga con motivo del concierto en el Hotel Ritz mencionado anteriormente. El programa incluía la Sonata en Mi Mayor de J. S. Bach con la que según el critico “Hace presente la amplitud de su juego en el severo estilo del violín clásico, no desmintiendo con ello sus trabajos con Wanda Landowska, cuya escuela de interpretación clásica puede, sin duda, detentar uno de los más altos prestigios." En el Concierto en Mi menor de Félix Mendelssohn, Pittaluga destaca la limpia ejecución del Andante que en manos de Pérez Díaz "cobró una objetividad que no deja de restituir nobleza a su invención melódica, tan fácil a una dulzura demasiado expresiva."

     El programa continuaba con La Fontaine d'Arethuse de Karol Szimanowsky, el Capricho número 24 de Paganini, la Danza de la Pastora de Ernesto Halffter en trascripción de Manso, y la Jota Navarra de Sarasate, con la que Pérez Díaz gustaba cerrar sus conciertos. En esta ocasión el pianista era Federico Quevedo.

    He aquí otros extractos de críticas que demuestran la entidad artística alcanzada por Pérez Díaz a mediados de los años 30:

 - El eminente musicólogo y critico español Adolfo Salazar escribe en el diario

El Sol de Madrid: "Pérez Díaz tiene una gran calidad de intérprete, y una técnica fulgurante."

- Pierre Leroi en el Excelsior de París: "Nos sentimos muy satisfechos de poder alabar su sonoridad plena y limpia, que lo mismo que su técnica extremadamente desarrollada, cautivan la atención."

- Stan Golestan en Le Figaro de París: "El violinista Pérez Díaz, habilísimo técnico, y mejor intérprete encantó a su público."

- Marcel Livet en Comedie de París: "El arco y la técnica de este artista son muy fáciles. Sus sonoridades, que son dosificadas con muy buen gusto, pasan de una cálida intensidad a las más tiernas efusiones."

- Carol-Berard en I´Echo de París:

"Pérez Díaz hizo apreciar su buena técnica y su agradabilísima sonoridad."

    Al comienzo de la guerra civil española, Pérez Díaz se encontraba en plena gira de conciertos por Brasil, con recitales en Río de Janeiro, Sao Paulo, y otros ciudades brasileñas. La situación bélica española y su posterior desenlace no propiciaron la vuelta a España de Pérez Díaz quien, como tantos otros artistas e intelectuales, había estado del lado de la república.

    A comienzos de 1938, Pérez Díaz se trasladó a Buenos Aires con la esperanza de encontrar un ambiente cultural más rico donde poder desarrollar su carrera de solista. La metrópolis bonaerense era en aquella época un importantísimo foco musical: la ciudad contaba con numerosas orquestas sinfónicas y conservatorios, y las salas de concierto acogían a los más destacados conjuntos y solistas de fama internacional.

    Las primeras noticias de las que disponemos sobre conciertos de Manuel Pérez Díaz en Buenos Aires datan de 1938 El 9 de mayo, El Diario de Buenos Aires califica al violinista de "intérprete serio y refinado de musicalidad notoria, vigorosa técnica y vibrato seguro." En referencia al mismo concierto, el diario La Razón ratifica los anteriores elogios haciendo hincapié en su faceta  de intérprete culto y expresivo.

   La actividad profesional de Manuel Pérez Díaz no se limitó exclusivamente a su faceta  de concertista; una vez en Buenos Aires emprendió una importante labor como pedagogo en un conservatorio del que llegó a ser director. Asimismo, trabajó como asesor musical de la conocida emisora Radio el Mundo. Esta emisora patrocinó y retransmitió dos  conciertos sinfónicos  en  1940 y 1942 con música de Manuel de Falla y otros compositores españoles, dirigidos desde el podio por el propio Falla. Es muy probable que Pérez Díaz colaborara como organizador en la realización de estos legendarios conciertos, aunque este hecho no ha podido ser constatado.

    El de noviembre de I943, Pérez Díaz actuaba en el Teatro Odeón de Buenos Aires junto al pianista Anselmo de Miquel. El programa incluía el Concierto en Re menor Tartini, la Partita en Mi Mayor de Bach, la Sonata Primavera de Beethoven, La Maja y el Ruiseñor Granados en trascripción de Pérez Díaz, un Nocturno para la IV cuerda del compositor catalán y biógrafo de Falla, Jaume Pahissa, una Danza Catalana del mismo compositor en trascripción de Pérez Díaz, el Capricho 24 de Paganini, y el Zapateado de Sarasate. Las dos transcripciones así como el Nocturno de Pahissa se ofrecían en primicia absoluta. Este concierto es muy significativo ya que, varios días después de celebrarse, Pérez Díaz escribió a Manuel de Falla una carta que a continuación transcribimos, y que se conserva en el Archivo Manuel de Falla de Granada:

    Buenos Aires, 25 de Noviembre de I943

    Sr. Don Manuel de Falla

    Córdoba

    Muy querido y mirado don Manuel:

  El día ocho de este mes en el intervalo de un recital que estaba dando en el Teatro Odeón de esta, tuve la gran alegría de recibir de la señora del maestro Pahissa el retrato que Ud. les había enviado para mí. No tengo que decirle que inmediatamente lo mostré a toda la gente que había entrado a saludarme.

Se lo agradezco muchísimo y lo tendré en mi cuarto de trabajo junto al de Casals, Bach, etc. ¿Cómo se encuentra de salud? Tengo grandes deseos de poder conversar un poco con Ud. como allí en Granada.

  Mi concierto fue muy bien y le envío algunas críticas y el programa. ¿Seria posible que Ud. me recomendara en algunas sociedades del país? Aquí no hay manera de hacer nada porque lo poco que hay se lo llevan los de Israel...

  También toqué en junio el Concierto de Beethoven con orquesta, y con gran éxito.

   Con mis respetuosos saludos para su hermana y mis mejores votos de salud y felicidad para Ud., le saluda su Afmo. Admirador y paisano,

Manuel Peredíaz

   La interpretación del Concierto de Beethoven a la que Pérez Díaz hace referencia en su misiva, obtuvo en efecto estupendas críticas. Le Courrier de la Plata afirma en crítica fechada el 10 de junio de 1943: “El violinista Peredíaz confiere al discurso beethoveniano la distinción y la emoción que se admira, por ejemplo, en un Jacques Thibaud o en un Fritz Kreisler." Manuel Pérez Díaz se sentía, en efecto, muy identificado con el Concierto en Re Mayor de Beethoven. De hecho, la única grabación que hemos podido localizar es una prueba en disco de pizarra registrada en Madrid que contiene la cadencia de Kreisler para el primer movimiento de esta obra.

  Las últimas noticias que tenemos sobre la actividad profesional de Pérez Díaz en Argentina se refieren a la publicación por la editorial Ricordi Americana de Buenos Aires de dos transcripciones y tres composiciones del propio Pérez Díaz. La primera trascripción data de I946, y es un arreglo para violín y piano de la popular pieza pianística de Isaac Albéniz, Rumores de la Caleta. En I95I se publicó la segunda trascripción para violín y piano: La Maja y el Ruiseñor de la serie de Goyescas para piano de Enrique Granados; la partitura esta dedicada al violinista Jascha Heifetz. Ambas transcripciones están escritas en un estilo altamente virtuosístico, que da una clara idea de las propias capacidades técnicas de Pérez Díaz.

   Las Tres Piezas Españolas fueron publicadas en 1951. La primera pieza, Cantiga, está dedicada a Isaac Stern, y se trata de un movimiento de carácter lento y lírico en Re menor (salvo una extraña sección central en La bemol Mayor) con amplios pasajes en la segunda y cuarta cuerdas. La segunda pieza, Madrigal, está dedicada a Yehudi Menuhin; construida en forma ABA, y de carácter reposado, alterna los modos mayor y menor de la tonalidad de Sol. La tercera pieza es una Tonadilla dedicada a Henryk Szering, que remata esta pequeña suite de forma rítmica y extrovertida.

   Hacia el final de su vida, Pérez Díaz padeció una seria sordera que le impidió seguir tocando el violín profesionalmente. En agosto de 1960, decidió someterse a una operación quirúrgica para mitigar tan nefasta enfermedad para un músico. Tras la intervención, una inesperada embolia cerebral acabó de forma repentina con su vida en el mismo hospital donde se recuperaba. Su segunda esposa, la argentina de origen catalán Luisa Oller, falleció dos años después de la muerte de su marido, cuando se disponía a establecer su retiro en Motril.

 

 

 Articulo publicado por Juan Carlos Garvallo Medina en la revista Gualdafeo, REVISTA DE ESTUDIOS DE LA COSTA Y ALPUJARRA GRANADINA  en 1997

 Fotografia obtenida del mismo artículo

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